Un recorrido en el tiempo
1835 – 1927
MacLantarón
Cuando hoy en día surge una investigación relacionada con la utilización de las armas de fuego, todos sabemos más o menos que no hay dos armas que dejen idénticas marcas en la munición empleada.
Y que, mediante el estudio de las lesiones dejadas en el proyectil cuando éste se desliza por el ánima del cañón, o las producidas en la vaina, por la rampa de alimentación, las paredes de la
recámara, la culata de cierre, la aguja percutora, el extractor y el expulsor, se puede llegar a deducir el arma que realizó el disparo.
Esto que para nosotros parece una perogrullada, fue para nuestros antecesores un largo camino a recorrer hasta dar con los procedimientos técnicos que permitieran afirmar con rigor científico qué
arma fue la empleada para realizar los disparos.
A continuación vamos a dejar un poco de lado las cuestiones técnicas de la "balística forense", para centrarnos preferentemente en la historia de su nacimiento.
EL PRIMER ÉXITO
El primer intento con éxito del que se tiene constancia, al descubrirse al autor de un crimen realizado con un arma de fuego, data de los comienzos de siglo XIX .
Corría el año 1835, y en la ciudad de Londres no había cuerpo de policía, tan solo un pequeño grupo de "ayudantes" reclutados por Hemry
Fielding -juez de paz de Wesminster-, a los que se les conocía como los Bow Street-Runners, y que se dedicaban
a investigar los crímenes utilizando métodos poco ortodoxos, e incluso alguna que otra vez no muy legales.
Henry Goddard, uno de estos "peculiares investigadores", al observar una bala extraída del cuerpo de la víctima de un asesinato, se
percató de la existencia de una llamativa protuberancia o abultamiento en la misma.
Dado que por aquella época las armas de fuego eran de avancarga y los tiradores habitualmente hacían mediante un molde o turquesa sus propios proyectiles, nuestro avezado investigador pensó que
si encontraba el molde encontraría al asesino.
Con ésta idea, Goddard se lanzó a registrar las casas de los sospechosos, y cuando procedía al registro de la vivienda de uno de
ellos, al examinar el molde con el que fabricaba las balas de plomo el morador de la misma, nuestro avezado investigador pudo observar que en el interior de la turquesa había una pequeña
hendidura.
Procedió a fabricar un proyectil y al compararlo con el que se extrajo del cuerpo de la victima pudo ver que los abultamientos de ambas balas eran idénticos.
Esto, y suponemos que un poco de "presión", hizo que el asesino confesara su crimen. Caso resuelto.
En este primer caso, podemos decir que el rigor científico brilló por su ausencia, sólo la suerte y la intuición se aliaron para llegar al acierto policial que convertiría a Goddard - sin que
tuviera consciencia de ello- en el precursor de lo que llegaría a ser un nuevo método para la investigación de los crímenes cometidos con armas de fuego.
Dejaremos pasar el tiempo y algunos casos resueltos con mayor o menor rigor científico, hasta situarnos en la Alemania de 1898.
Un médico forense berlinés, el Dr. Paul Jeserich, asistía en calidad de experto al tribunal de la ciudad alemana de Neuruppin en un
caso de asesinato.
Durante el proceso le mostraron a Jeserich un proyectil extraído del cuerpo de la víctima, y el revolver propiedad del acusado. Nuestro doctor era partidario de la teoría que afirmaba que el
proyectil al recorrer el ánima del cañón y rozar con las estrías de éste a gran presión, sufría una serie de lesiones y por lo tanto si se realizaba otro disparo con el arma del criminal, el
deslizamiento por el ánima del cañón produciría unas lesiones en la bala iguales a las que tenía la extraída del cuerpo de la víctima, siempre y cuando el arma empleada fuera la misma.
Con esta idea realizo un disparo de prueba, fotografió las dos balas, amplió las fotos y sorpresa, se dio cuenta de que las lesiones dejadas por las estrías y los campos del ánima del cañón en la
"bala testigo"(1) eran idénticas a las que tenía la "bala
dubitada"(2).
Comienza el siglo XX, y poco a poco otros investigadores fueron creando nuevos métodos de investigación, que irían dando a conocer en sus asesoramientos a los tribunales de justicia. Uno de ellos, Richard Kockel, siendo director del instituto forense de la ciudad de Leipzig, efectuó las primeras pruebas del "desarrollo del cuerpo de la bala" (fig.1) realizando negativos de la misma en láminas de cera y óxido de cinc.
O el Profesor Balthazard, a quien le llamó la atención que en el culote de la vaina existieran una serie de marcas y que éstas eran producidas al incidir sobre él la aguja percutora en el momento del disparo. Y eso no era todo. La culata del cierre de la recámara también producía una serie de lesiones en el culote del cartucho, e incluso el extractor y el expulsor dejaban marcas características en la vaina. Un camino muy importante había descubierto Balthazard, pero a causa del comienzo de la I Guerra Mundial estas investigaciones fueron abandonadas .
Va pasando el tiempo y llegamos al año 1917. Entra en escena uno de los mas grandes pioneros de la balística forense: Charles E.
Wite.
Su historia se mezcla con la balística, cuando como funcionario del ministerio publico del estado de NuevaYork., asistió como ayudante al Presidente de la Comisión de Investigación nombrada por
el Gobernador del Estado, encargada de revisar la no muy fiable sentencia dictada por un tribunal del condado de Orleans en el proceso que investigó y juzgó el caso del doble asesinato cometido
en la noche del 21 de marzo de 1915 en una granja del pequeño pueblo de West-Shelby, en donde su propietario Charles B. Phelps y su ama de llaves Margarett Walcott fueron asesinados a tiros
con un arma del calibre 22.
Dos trabajadores de la granja Charles E. Stillow y su cuñado Nelson Green,
fueron
detenidos por el Sherif Bartlett, acusados y condenados en un proceso que estuvo repleto de irregularidades.
Del cuerpo de Charles B. Phelps. se extrajeron tres balas del calibre 22, y a Stielow, se le requisó un revolver del mismo calibre. El fiscal del caso contrató a Albert Hamilton, uno de los abundantes y poco fiables "expertos" en balística que pululaban en aquella época alrededor de los tribunales de justicia de los
EE.UU ofreciendo sus servicios para asesorar como "técnicos en balística", y que en la mayoría de los casos siempre se inclinaban a dar la razón a la parte que los contrataba.
Hamilton, tras inspeccionar el revolver de Stillow y observar mediante un microscopio los tres proyectiles extraídos del cadáver, realizó un dictamen demoledor para los acusados. Dijo que junto a
la boca del cañón del revolver había una muesca, y que ésta misma muesca aparecía marcada en las balas, lo que le sirvió para decir qué: "las balas asesinas sólo pudieron ser disparadas por el
revolver del acusado".
Gracias a este dictamen tan demoledor como falso, los acusados fueron condenados a la silla eléctrica.
Al proceder a la revisión del caso, la Comisión que había nombrado el gobernador Whitmann, no fiándose del dictamen de Hamilton,
mandó efectuar varios disparos de prueba para obtener balas testigo, que posteriormente fueron mandadas junto con las dubitadas, a la compañía óptica Bausch & Lomb, con el encargo de buscar
las muescas que Hamilton dijo haber encontrado.
Mediante un estudio con los aparatos ópticos mas precisos de que disponían intentaron localizar las muescas, no siendo capaces de dar con ellas ni en las balas extraídas del cadáver ni en las que
se obtuvieron en los disparos realizados de prueba. Sin embargo, se efectuó un importante descubrimiento. Tanto las balas del crimen, como las de prueba tenían cinco estrías, pero con una gran
diferencia: las estrías del arma de Stillow eran normales y regulares, y así se podía apreciar en las balas obtenidas al efectuar los disparos de prueba, pero en las balas dubitadas había quedado
marcado un campo intermedio de una anchura anormal. El arma utilizada para cometer el crimen tenía un defecto de fabricación que no tenía el arma propiedad de Stielow.
Stillow fue declarado inocente, pero había pasado tres años en prisión, estando a punto de morir en la silla eléctrica a causa de un falso informe, de un no menos falso especialista en
balística.
Charles E. Waite, quedó muy impresionado a causa de lo ocurrido, y se prometió a sí mismo que intentaría dar con un sistema fiable y capaz de identificar el arma utilizada en un crimen mediante
el estudio del cartucho empleado.
Con ésta idea en mente se lanzó a visitar las fábricas de armas más importantes de los EE.UU. y a continuación las europeas, solicitando los datos exactos de las características de las armas que
fabricaban. A finales de 1923, después de cuatro años de viajes e intenso trabajo realizó un gran descubrimiento: ¡no había ni un solo modelo que fuera exactamente igual a otro! Había diferencias
en los calibres, en el número y orientación de las estrías, de manera que éstas podían estar orientadas a izquierda o a derecha, y sus ángulos de torsión podían ser distintos.
Waite con todos estos datos de fabricación realizó una especie de atlas o catálogo técnico de la mayoría de las armas existentes en aquella época, recogiendo los "caracteres de clase"(3) , que definen a todas las armas que sean de un mismo tipo, marca y modelo, pudiendo llegar a determinar mediante la
observación y posterior consulta de las lesiones producidas por estampación en la vaina, o por deslizamiento en la bala, qué modelo de arma había sido empleado en un crimen, llegando a
diferenciar si el cartucho empleado procedía de un revolver Colt Army Mod. 1873 ó de un Smith Wesson Ejercito Nº3.
Pero estos resultados aparentemente satisfactorios sólo solucionaban una parte del problema, puesto que no era factible diferenciar un Colt Army Mod. 1873 de otro Colt Army Mod. 1873.
Hacía falta encontrar unos "caracteres individualizantes"(4) que permitieran distinguir dos armas del mismo tipo, marca y
modelo.
La solución a éste nuevo problema la encontró observando el proceso de fabricación del cañón de una pistola.
El cañón es fabricado y pulido en un bloque cilíndrico de acero, al que mediante una cortadora automática de acero se procede a labrar en él las estrías. Aunque en este proceso se utilizan
máquinas de gran calidad y precisión, durante el mismo hay que interrumpir frecuentemente el trabajo para afilar las cuchillas de las máquinas. Si se observa al microscopio el filo de la cuchilla
de una cortadora se verá que éste no es recto, sino dentado. Por lo tanto, el orden y la medida del dentado es forzosamente distinto en cada filo, produciéndose cada vez que éstos son afilados
cambios en los mismos que luego podrán ser observados en cada una de las estrías. Si a todo esto se le suma la acción abrasiva, causada por las virutas de acero que se producen en el proceso y
que la cortadora empuja a lo largo del interior del cañón durante la fabricación del mismo, nos dará como resultado en cada arma unas características distintas que no se repetirán jamás.
Si tenemos en cuenta que la bala al pasar por el ánima del cañón sufre dos tipos de lesiones: las primeras causadas por las estrías del anima, que en la bala se convertirán en campos, y las
segundas causadas por los campos del ánima, que darán como resultado las estrías en la bala, podemos llegar a decir que la bala, después de recorrer el anima del cañón, se convierte en el
negativo de éste. Aquí estaba la solución, ahora sólo era preciso encontrar éstas mismas diferencias en las balas. Y esto sólo sería posible con un buen microscopio.
Waite explicó su idea al óptico Max Poser y le pidió que le fabricara un microscopio para poder verificarla. El óptico le fabrico un
microscopio dotado con un soporte que mantenía sujeta la bala, y con una escala de medición que permitía medir las lesiones mas insignificantes que existieran en la misma.
Waite avanzaba poco a poco, pero por el camino correcto, cuando entusiasmados por el desarrollo de las investigaciones, se le unieron el físico John H.
Fisher y el químico y gran especialista en microfotografía Philipp O. Gravelle. Gracias a esta unión nació en
Nueva York el primer instituto de balística forense del mundo el Bureau of Forensic Ballistics. El gran salto se había dado.
Fisher aportó a la investigación dos grandes inventos trascendentales en la balística forense. En el primero de ellos, basándose en la idea del Citoscopio médico, construyó un aparato que servía
para ver con todo detalle el interior del cañón de un arma de fuego. Nacía el Helixómetro.
La segunda aportación fue un nuevo microscopio calibrador con una mayor precisión que el fabricado anteriormente por Poser, y que permitía medir con
muchísima más precisión los campos intermedios, las estrías, y la orientación de las mismas.
Con éste nuevo microscopio Gravelle pudo observar gran cantidad de proyectiles disparados por distintas armas de un mismo modelo. Pero no estaba del todo satisfecho, puesto que para comparar un
proyectil con otro había que observarlos por separado lo cual suponía mayor imprecisión que examinándolos a la vez.
Gravelle se puso a pensar y se le ocurrió la idea que daría a la balística uno de los fundamentos científicos mas importantes.
Cogió dos de los microscopios calibradores y los unió mediante un dispositivo óptico gracias al cual se podían observar dos proyectiles juntos superponiéndolas en una sola imagen y lograr que
ambas giraran de manera que se pudieran comparar viendo las coincidencias y diferencias que hubiera en las mismas. El microscopio comparativo de
Gravelle veía la luz.
Por estas fechas al equipo de Waite se unió un nuevo miembro el doctor Calvin Godarte que al poco tiempo de manejar el microscopio comparativo podía distinguir si una bala dubitada y una testigo
habían sido disparadas por el mismo arma. Y eso no era todo. Goddart siguiendo el camino que había iniciado el profesor Balthazard, comenzó a observar el culote de las vainas disparadas
encontrando que las lesiones producidas por las maquinas empleadas en la fabricación de la aguja percutora o del bloque de cierre del arma que había realizado el disparo, coincidían con las
lesiones que aparecían en el culote de la vaina empleada.
Desde 1925, en que Gravelle inventó el microscopio comparativo, hubo que esperar a la primavera de 1927, cuando en el proceso Sacco-Vanzetti, Calvin Godarte lo dio a conocer realizando con el un
dictamen modélico en la historia de la Balística Forense.
NOTAS
(1) Testigo.- Las balas o vainas obtenidas mediante disparos de prueba. También se las denomina "muestra" o "acriminadas".
(2) Dubitadas.- Las balas o vainas implicadas en el suceso criminal que se investiga.
(3) Caracteres de Clase.- Son las características comunes de todas las armas de la misma clase, tipo, marca y modelo.
Si tiene o no tope expulsor y su forma. Tipo de percusión. Forma y situación de la uña extractora. Número, anchura, inclinación y orientación de las estrías del ánima del cañón.
(4) Caracteres Individualizantes.- Son las características exclusivas del arma que se somete a estudio, sin tener en cuenta la clase, tipo, marca y
modelo de la misma.
Estos caracteres vienen dados por las lesiones que el arma produce en la munición que usa, y son causadas por las huellas que las herramientas dejaron en el arma durante el proceso de
fabricación, por las adquiridas posteriormente a causa de su uso, o por algún defecto de fabricación.
FOTOS Microscopio comparativo, vista endoscopica del anima de un cañón y equipo de fotografía endoscopica (Folleto de la Comisaría General de Policía Científica, facilitado por el Gabinete de
Policía Científica de la Jefatura Superior de Policía de Asturia).